Se le conoce popularmente por vermú, aunque también le llaman, según quién, vermut, vermouth, wermut… Es decir, que tiene más alias que el fugitivo más buscado por el FBI. Pero todo viene a ser lo mismo, un vino blanco macerado con ajenjo y otras sustancias botánicas, generalmente de carácter amargo.

Después de la fiebre del gintonic hay que buscar nuevas bebidas y parece que desde hace unos años es el vermut el que comienza a hacerse popular entre hípster barbudos y abuelos que lo han bebido toda la vida y que no entienden de modas (ni falta que les hace).

El caso es que confieso haberme sumado a este grupo y uno de mis planes domingueros suele ser quedar con la koadrilla, mejor si hace sol, y a la sombra de un cáliz de este mejunje celestial. Alabado sea el bodeguero. Amen.

Y todo este rollo viene a que hay una nueva vermutería en la ciudad: “DarLalata” (Avenida de Madrid 3), un garito de lo más chulo que nos ha invitado a una cata de diferentes vermuts para darnos a conocer su nuevo local en el barrio de Amara en Donostia. Nos alegra la ubicación, ya que abre distintas posibilidades al barrio gastronómico de moda, que es Gros. Y allí estábamos con ilustres personalidades vascas como son Edurne Pasaban, Mikel Erentxun, Isabel Zapardiez y Pablo Benegas. Vamos, que por fin empiezo a codearme con gente de alta alcurnia deporte-músico-fashionable, como yo.

Fuera bromas, ha sido de lo más interesante porque hemos podido probar siete variedades diferentes y bien escogidas, en las que apreciábamos grandes diferencias en amargos, botánicos y otros factores. Todos ellos servidos en un vaso pequeño con un hielo, que es como Pedro (el sheriff del local) nos ha explicado que hay que tomarlo.

Empezamos la cata con un Darlalata con 45 botánicos bien equilibrados, después un Mercadel bastante dulce, un Txurrut con hinojo y enebro hecho con la variedad de uva Hondarribi Zuri, un Pedró & Co más amargo que recuerda al más tradicional, un Punt de Mes que era el más amargo de todos y de los de mayor solera (y que debe ser perfecto para hacer un coctel con Negroni), un Cinzano 1757 suave y divertido y un Tormeon con fresas y frambuesas que sinceramente me recordó a un jarabe para la tos.

Todos ellos maridados con unos buenos pintxos, que se pueden papear en el local, y que complementaron a la perfección el vermut previamente degustado. Generalmente con ingredientes de latas de pequeños productores y de gran calidad (aunque tienen un montón de opciones más de picoteo que dejaremos para otra visita). Así por ejemplo me encanto el pintxo de Sardina de Ramón Franco con tosta de pan de cristal, mahonesa de antxoa y un toque picante. Aunque en el top también quedaron la mojama de Barbate con aceite de trufa, el queso de Boletus de Oncala (que compro cada vez que paso por Soria) o una simple antxoa de Santoña con perlas de wasabi y pan. Fucking delicious!

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